Si la orquesta suena bien...
Admiro desde muy pequeña las grandes orquestas y sus destacados maestros. Ese mundo me ha fascinado y hubiera querido pertenecer al mundo de la lírica. Pero aclaro que también me fascinan las orquestas de cámara.
La reflexión sobre la evaluación me trajo a la mente la imagen de una orquesta, con todos sus músicos y cada uno con su instrumento sea de viento madera, viento metal, percusión o cuerda. Cuánta preparación y cuántos ensayos para llegar al gran día en el que dan muestra de todas sus habilidades y competencias frente al público exigente. Para mí el día del espectáculo es significado de dar lo mejor de cada uno: músicos, director e instrumentos, pero también el teatro y sus colaboradores. Para ello, para ese gran día el maestro previamente ha debido seguir a cada uno personalmente con ese intercambio rico de opiniones, de talentos, de errores, de enseñanza y aprendizaje, pero a la vez hacer “funcionar” al grupo, para que el resultado sea armonioso, delicado cuando necesario y fuerte según el ritmo en una determinada interpretación que vayan a ejecutar. Todo ello puede tener lugar en una orquesta prestigiosa (más allá de su extensión) si hay amor por la profesión se siente, hay pasión y otros sentimientos, pero también hay carisma, empatía, innovación y humildad, si ante todo humildad para permitir ese maravilloso milagro de la retroalimentación de enseñar a aprender y de aprender a enseñar.
El maestro -director de la orquesta- cumple con una función clave en la orquesta, e incluso de la formación musical. El director es una persona que no sólo mantiene el tiempo de la pieza y da las entradas de los instrumentos para que la interpretación sea coherente, sino que debe interpretar la partitura según el concepto “global”, manteniéndose fiel al espíritu original de la obra pero dando una visión personal. Para conseguirlo, debe conocer en profundidad la vida y obra de los compositores y debe obligatoriamente conocer bien a “sus” músicos y sus instrumentos, ellos podrán dar lo mejor si han sido motivados, si se los ha sabido “oír y escuchar”.
Cada sección de la orquesta tiene una colocación determinada de 15 tipos de instrumentos que será normalizada por la potencia sonora de los instrumentos. Así, los instrumentos de cuerda se sitúan al frente, de más agudo a más grave, detrás se colocan los instrumentos de viento, primero madera y luego metal, y al final se colocan los instrumentos de percusión y el piano.
De estos instrumentos, hay muchos que son el corazón de la orquesta y nunca se renuncia a ellos, y otros que son auxiliares y no siempre aparecen en la orquesta, pese a ser parte del modelo estándar. Por ejemplo, los violines son imprescindibles pero el piano no siempre se encuentra.
Estos instrumentos son como los elementos presentes en el aula, de los cuales nos vamos a servir para preparar primero el terreno con situaciones de aprendizaje que reporten veracidad, para que el alumno se sienta parte de él, y juntos elaboremos el mejor método de evaluación contando para ello con datos que hemos ido recogiendo durante las clases. Cuando construimos el método que se adecue a nuestra clase, a veces dejamos afuera los “instrumentos del modelo estándar” y es necesario, como en una buena orquesta, tener en cuenta lo necesario, lo imprescindible y lo innecesario.
En determinados momentos llevaremos a cabo “evaluación en grupo o individual utilizando la autoevaluación” con contextos verosímiles que puedan ser lo más cercano a la realidad, permitiendo con una buena frecuencia la práctica de las buenas situaciones examinadoras, de esas que enriquecen al grupo de alumnos y al docente durante su proceso, y nos permitan “registrar” los cambios de conductas y rendimientos, mediante el cual verificamos los logros adquiridos en función de los objetivos propuestos. Por ello, la Evaluación adquiere sentido en la medida que compruebe la eficacia y posibilite el perfeccionamiento de la acción docente.
Puedo decir que siguiendo los enlaces propuestos de las sesiones de Evaluación, he aprendido muchísimo, y me he dado cuenta que un elemento clave de la concepción actual de la evaluación: es no evaluar por evaluar, sino para mejorar los programas, la organización de las tareas y la transferencia a una más eficiente selección metodológica. Seguramente el modo en el cual nuestros alumnos se preparen, dependerá de cómo sea nuestro modo de evaluar (Carles Monereo).
Estos párrafos se pueden resumir en este concepto:
“Creo que debemos alejarnos de las pruebas y de las correlaciones entre pruebas, y buscar fuentes de información más naturales sobre cómo desarrollan las personas las habilidades importantes para su modo de vida”. (Howard Gardner)
Está claro que debemos distinguir la evaluación de la calificación, pero con ambas debemos evitar caer en la “comodidad” de que dependan de un solo instrumento o técnica de evaluación porque de esta manera únicamente se mide un tipo de aprendizaje. Si en el plan de trabajo el profesor diseña diferentes objetivos se deben medir los aprendizajes logrados en cada uno de ellos por medio de la técnica que le corresponda. Todo esfuerzo realizado por el alumno durante el curso como resultado de las actividades de aprendizaje debe ser parte de la evaluación.
Ya he escrito acerca de los objetivos principales de la evaluación: cumplimiento de objetivos para detectar posibles fallas en el proceso y superarlas y, el segundo, propiciar la reflexión de los alumnos en torno a su propio proceso de aprendizaje. Para lograr estos objetivos la evaluación debe ser participativa –que los alumnos participen en ella. Completa –debe abarcar todos los pasos importantes del proceso enseñanza–aprendizaje. Continua –a lo largo del curso– no debe dejarse para el final del mismo.
Es fundamental considerar que la evaluación es un proceso de aprendizaje tanto para los alumnos como para los profesores y la institución.
Entonces, cuando debamos decidir cómo evaluar tendremos en cuenta: el enfoque educativo, el tema, la finalidad, el alumno y nuestro estilo de enseñanza, teniendo en cuenta que estamos realizando una etapa muy importante del aprendizaje y que debemos tomarla como un acto de conciencia por parte de nosotros los docentes. En esta toma de conciencia podemos ayudar a nuestros alumnos a cambiar ese concepto negativo (miedo o apatía) que se tiene por la palabra evaluación (y palabras similares: examen, test, prueba, verificación, medición), lo que en definitiva quiero decir es que en este proceso de enseñanza aprendizaje me voy a apoyar también en los procedimientos y actitudes del alumno, es decir, lo que él hace con ese saber (saber hacer). En la actualidad se está usando mucho un instrumento educativo: el portafolio del alumno (habitualmente desarrollado a través de un blog) que es una buena herramienta de aprendizaje, reflexión y autoevaluación. Puedo decirlo por experiencia personal, que me ha resultado un aliado a la hora de tener que “exprimir” mis neuronas para producir las tareas del curso VCFBELE, para las cuales a priori había sido muy motivada.
Para finalizar, creo que como docentes, formamos parte de este proceso enseñanza-aprendizaje y es indiscutible que nuestra intervención determina el logro que tienen nuestros alumnos, por eso debemos ser conscientes, que al evaluar a nuestros alumnos nos evaluamos a nosotros mismos, en la facilitación que proporcionamos para que conocieran y aprendieran a hacer.
Aquí dejo un deleite para el alma.
Plácido Domingo, José Carreras, Luciano Pavarotti: interpretando
“Nessun Dorma”, Turandot
“Nessun Dorma”, Turandot
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